Origen del Budismo

En el año 563 a.C. nació un príncipe en una ciudad cerca de los Himalayas, al norte de la India. Esa ciudad, Lumbini, está ahora en el país de Nepal. Según la leyenda, el nacimiento de este príncipe conocido como Siddharta Gautama estuvo rodeado de milagros. Un vidente vaticinó que se presentaba en su futuro una encrucijada: Siddharta llegaría a ser o un gobernante mundial, o si alguna vez veía juntos o por separado un viejo decrépito, un enfermo, un cadáver y un monje, se convertiría en un buscador errante de la verdad y en un 'buda', un iluminado. Su padre, el rajá, no quería que su hijo se convirtiera en un guía espiritual, de modo que el príncipe fue educado en el lujo palaciego y protegido del conocimiento del mundo exterior. Se casó joven y tuvo un hijo. Al final, sin embargo, salió a las calles a mezclarse con la gente y por primera vez contempló la vejez, la enfermedad y la muerte. Indagó la naturaleza de la vejez, la enfermedad, el dolor y la muerte. Siddharta entonces acudió a un santón hindú y quedó profundamente impresionado por su calma y su naturaleza pacífica. Como resultado de este encuentro, a la edad de 29 años Siddharta abandonó su hogar, a su esposa e hijo y la esperanza del poder y la gloria terrenos. Se echó a los caminos de la India en busca de la verdad sobre la existencia humana.

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La religión predominante en la India en esa época era el hinduismo, una religión que adoraba a muchos dioses y que creía que llevar una vida de austeridad extrema era el camino para alcanzar el mérito espiritual. Mientras vagaba vestido de harapos y sin dinero, Siddharta se encontró con más santones hindúes que le impresionaron profundamente con sus vidas sencillas de oración y meditación. Vivían como ascetas habiendo dedicado sus vidas totalmente a Dios. Se pasó cinco años practicando austeridades extremas, comiendo a veces un simple grano de arroz al día y viviendo a la intemperie. Al final de esta época se dio cuenta de que no estaba más cerca de su meta de alcanzar el conocimiento y la sabiduría; abandonó el camino austero y se sentó a la sombra de una higuera a meditar. Dijo:
“Que mi piel se seque, mis manos se entumezcan y mis huesos se descompongan. Hasta que no haya logrado la comprensión no me levantaré de aquí”

-Jeffer Diaz

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